El cáncer de mama es uno de los más frecuentes en la
mujer. Se estima que 1 de cada 8 mujeres tendrá la enfermedad en algún
momento de su vida. Cómo influyen los rayos UV
Las posibilidades de cura en cáncer de mama siempre guardan relación con el momento del diagnóstico. En los estadios iniciales, el índice de sobre vida libre de enfermedad es del 97%. El diagnóstico precoz aumenta las posibilidades de curación y asegura mejores resultados estéticos.
Un dato poco difundido que tiene especial vinculación con ésta época del año es la incidencia que los rayos solares pueden tener en la enfermedad.
En primer lugar y para alejar temores, es necesario precisar que no
producen ningún tipo de incidencia negativa en la enfermedad o en la
generación de la misma.
La evidencia más contundente se encuentra en aquellos países cuyo
clima supone una exposición solar más prolongada. En esas latitudes, las
estadísticas indican que el número de casos es similar al resto del
mundo. Sin ir más lejos, en los hábitos culturales de las mujeres de
nuestro país, tomar sol es una de las actividades más comunes en el verano,
sin ningún tipo de consecuencias. De tal manera, no existe un efecto
sobre el tejido glandular, limitando la precaución sólo al cuidado de la
piel.
En este sentido deben poner especial atención aquellas mujeres que
recibieron tratamiento radiante sobre la mama, para evitar que el sol
llegue a la piel irradiada. Se recomienda protección total (protectores
solares y vestimenta adecuada) en las áreas irradiadas como parte del
tratamiento de su enfermedad. La exposición solar de
dichas áreas generaría una innecesaria lesión dérmica que debe ser
evitada, particularmente en las recientemente tratadas, pero que debe
adoptarse como hábito en quienes recibieron radioterapia mamaria en
algún momento de su vida.
Afortunadamente, sí se puede afirmar la existencia de un efecto positivo indirecto del sol vinculado a la metabolización de la vitamina D.
La hipovitaminosis D es un factor de riesgo en relación al cáncer de
mama. Aunque todavía se desconoce su vínculo o incidencia sobre la
enfermedad, las pacientes con cáncer de mama, suelen tener bajos niveles
de vitamina D en su organismo. En la actualidad, los países nórdicos
están realizando los primeros estudios para documentar esa posible
relación.
En este sentido, el sol facilita la metabolización de la vitamina D, ayudando a su absorción. Tomar sol -no necesariamente sobre el tejido mamario- permite recibir este beneficio, y muchos otros.
Entre los alimentos que aportan una buena cuota de vitamina D
se encuentran: pescados (en especial el salmón y el atún en aceite),
leche y yogures (hay marcas fortificadas con vitamina D), manteca, huevo
(yema) y queso. Los requerimientos diarios de vitamina D son de 400 UI
por día, cantidad presente en un vaso de leche de 250 centímetros
cúbicos.
Más allá de estas recomendaciones, es imprescindible realizar una
consulta con el especialista. Todavía mucha gente desconoce que el
profesional mastólogo es el especialista indicado para el tratamiento de
las afecciones mamarias.
Es muy importante que la mujer aprenda a conocer sus mamas. Esto es,
estar atenta a la aparición de nódulos, derrames de sangre por pezón,
retracción de la piel o cualquier otro signo fuera de lo común.
Pero no es el autoexamen el diagnóstico precoz por excelencia. Lo ideal
es realizar una consulta una vez al año con el mastólogo. Desde la
Sociedad Argentina de Mastología se recomienda una mamografía de base
entre los 35 y los 37 años de edad en pacientes con exámenes clínicos
normales sin antecedentes familiares de cáncer de mama. A partir de los
40, una mamografía por año. En pacientes con antecedentes fuertes
(familiar directo, madre, hermana) se recomienda realizar la mamografía
10 años antes de la edad de detección del cáncer del familiar más
cercano. Por lo general, es a los 30 años.
Asesoró: doctor Roberto Elizalde (MN 46113), vicepresidente de la Sociedad Argentina de Mastología (infobae)