Por: Carolina Gaviria, NCC
La falta de sueño y el insomnio han
demostrado estar relacionados con el aumento del hambre, la disminución
de los niveles de leptina (hormona asociada con la saciedad o sensación
de satisfacción) y el aumento de los niveles de grelina (hormona
asociada con la sensación de hambre). Una investigación reciente ofrece
más pruebas de la relación existente entre el sueño y la alimentación,
estableciendo que el sueño corto (de menos de seis horas por noche) hace
que “se produzcan cambios sustanciales y clínicamente significativos en
la regulación del apetito, el hambre, la ingesta de alimentos, el
metabolismo de la glucosa y el control de la presión arterial”. El sueño
corto se asoció con una mayor probabilidad de obesidad y un mayor
índice de masa corporal sobre todo en niños y adolescentes.
Además, otros estudios han demostrado que la falta de sueño causa un
aumento de la necesidad de comer alimentos ricos en grasas, con la
esperanza de obtener más energía para terminar el día.
Independientemente de si la falta de sueño se produce como resultado de
la dificultad para quedarse dormidos o de la incapacidad de permanecer
dormidos, está demostrado que causa que las personas afectadas coman más
entre comidas y escojan alimentos poco nutritivos.Así que si estás cuidando tu peso, también deberás cuidar tus patrones de sueño. Para ello, te aconsejamos que establezcas una rutina. Acuéstate a la misma hora todas las noches, toma un té caliente antes de dormir para relajarte, asegúrate de realizar tu última comida cuatro horas antes de irte a la cama y trata de relajarte por lo menos una hora antes de acostarte. Usa tu cama exclusivamente para dormir y no optes por leer en ella o ver la televisión. Busca otros espacios para estas actividades y trata de evitar el alcohol y la cafeína antes de acostarte. Finalmente, procura dormir entre siete y nueve horas diarias. Todos estos consejos te ayudarán durante el día a la hora de practicar ejercicio y escoger comidas más saludables.(discoverymujer.com)